abelguzmanro
Miembro Nuevo
Hace tiempo hicieron una convocatoria rara para participar en un colectivo de ucronías y ciencia ficción. Lamentablemente, leyendo la letra chica, ya habiendo terminado el texto, pedían cierta cantidad de $$ como emolumento y ser partícipe de un sorteo, para el cual si no salías escogido, dizque te devolvían el dinero. Y de ser escogido, para la cantidad depositada, como que no compensaba la cantidad de libros que recibirías a cambio. Anotado el percance, decidí guardarme la nota hasta publicarlo por acá, a modo de contribución. Ya de antaño hubo proyectos similares de narrar varios pasajes de la historia peruana pero en calidad de la temática de zombies (un tema que no me parece atractivo y tampoco por las leyes de la física y la termodinámica aplicables de ser reales). Ojalá hubiera proyectos similares a futuro, haciendo un poco de revisionismo histórico y ampliando las exploraciones experimentales hacia otras temáticas en el rubro profundo de la literatura per se. Aquí mi contribución.
Ucronicidades: ¿Y si los Incas sí ganaron a los españoles?
Tétricos fueron los augurios, que con poco más de seso e inteligencia, procedieron a depurar una serie de planes para no verse atacados por fuerzas extranjeras que decían haber sido vistos desde Poniente y desde el mar, desde algún rumbo desconocido. Huayna Cápac, quien gobernaba en ese entonces, fue avisado a tiempo en el Palacio de Tumipampa, sobre la presencia de gentes extrañas con distinto color de piel, movilizándose sobre una cáscara de nuez más grande que se haya visto, avistando tierra desde el mar, pero no adentrándose a atracar en puerto natural de bahía o encallar. Se trataba, en efecto, de un barco de Vasco Núñez de Balboa, quien allá por el 1513 hacía viaje de reconocimiento de costas sudamericanas.
Huayna Cápac fue llevado ante los aukikunas y layjas, quienes le dieron los primeros alcances de lo que debía evitar a futuro: concurrir de nuevo a Quito hacia sus baños termales, cuidar que no se enferme Ninan Cuyoche, su hijo heredero del trono, sino la desgracia arrastraría sobre sus otros dos herederos: Huáscar y Atahualpa. A Huáscar debía ordenar que fuera en misión especial a Quito y se quedara resguardando ahí hasta recibir nuevas órdenes de la misión encomendada. A Atahualpa debía destinarlo hacia una nueva enfrenta en tierra de los Tucumanos, más al sur.
Se celebró en días posteriores, camino al Sur, un improvisado congreso de altomisayoqs delante del tronco parlanchín de Pachacámac. A pesar de sentirse bien Huayna Cápac, prefirió hacer caso de las nuevas consejas que le recomendaban los aikikunas, altomisayoqs, disponer de recursos para sendos pagos de tierra que se harían tanto en toda la Costa, apachetas y el Monte Yaro, el cual estaba ad portas de una nueva reunión secreta de altomisayoqs para recolectar nuevas del futuro cercano.
Fruto de ello, estando el Inca Huayna Cápac celebrando la fiesta del Inti Raymi, al término de éste, en el palacio más aderezado de Cusco, fue nuevamente informado de las nuevas del futuro con los pocos altomisayoqs, en los días sucesivos de los nuevos proyectos y consejas. Debía evitar, a partir de ese entonces, concurrir a Quito como dé lugar. Evitar Cajamarca y evitar bañarse en las horas en que los vientos fríos descienden de los montes. El Inca se sometía a contradictorios baños termales al mediodía, donde caldea más el ambiente, tanto fuera del agua como dentro, en el lugar ancashino de nombre Churín, un pueblillo alejado pero también con servicio de aguas termales. En su tiempo no se conocía la construcción que ahora lo consideran de su uso, Machu Picchu, y por ello Aguas Calientes, por ser de una cultura anterior.
A pesar que la medicina inca podía curar golpes y heridas de guerra en la cabeza mediante la delicada arte de la trepanación, es menester que aún no se conocía previsiones de enfermedades múltiples, entre ellas la aquejada y dolorida, pero no socorrida en esos tiempos preincaicos del mal de sífilis. Las inyecciones sería un invento posterior de siglos venideros, desde un continente lejano ubicado en Levante. Huayna Cápac debía evitar el paludismo, picaduras de insectos y guarecerse de los constantes cambios de temperatura. A Huáscar lo hizo gobernador de Quito, con las claras órdenes que no imponga mandato más al norte de Manta. Atahualpa lo mantenía informado de sus avances en los tratos con los Tucumanos y una ligera breve expansión del Collasuyo hacia el Este.
En Cusco, Ninan Cuyoche aprendería todo sobre el arte de gobernar al lado de su padre. Cada cierto tiempo, se disponía recursos para no cesar en los pagos a la tierra en los diversos adoratorios a lo largo y ancho del Tawantinsuyo. Aún faltaban años para ser visto de nuevo aquellos hombres de clara tez que se movilizaban en un nao o cáscara de nuez. A pocos meses de un supuesto encuentro con otra cáscara de nuez, Huayna Cápac envió sendos chasquis con mensajes para los señoríos de la costa norte, en especial a Túmbez, a la cacica Capullana Achira, y a otros más hasta la altura de la región que hoy conocemos como Lambayeque, para que estuvieran al tanto de la llegada de extraños seres a los que debían secuestrar y retenerlos dándoles de beber líquidos encantados que los layjas elaborarían.
Dicho y hecho, cuando en el primer viaje de Francisco Pizarro (ya había pasado ocho años luego del contacto visual del barco de Vasco Núñez de Balboa) se hacía constatación de reconocimiento de costas y de recoger informaciones sobre el reino desconocido pero lleno de oro, fue a la altura de Tumbez, que fueron recibidos cinco españoles y agasajados por la Capullana de la región, una gentil señora llamada Achira, con un largo banquete y a quienes les daba de beber uno que otro brebaje preparado por los layjas, conocedores de semillas y hierbas para hacerlos hablar y delirar. Pedro Alcón, Ginés Fernández, Alonso de Molina, Diego de Trujillo y Martín de Paz, "perdieron la cabeza" por los encantamientos tanto de los layjas como de las capullanas de grácil silueta, a quienes no veían mujer de hacía años, por dedicarse a largos trayectos de conquista y buscar el oro mítico. Ninguno de los cinco regresó al barco anclado de Pizarro, que se encontraba a discresión alejado de la costa. Pizarro, al igual que Nicolás de Ribera, andaban preocupados por tamaña tardanza de recopilar informaciones.
Decidió mandar a dos de los suyos, con grave pesar de que si los capturaran, tendrían que levar anclas y ventilar velas para dirigirse hacia el sur en busca de nuevas informaciones. Francisco de Cuéllar y Domingo de Soraluce se aventuraron para ir a recoger a los malogrados colegas de viaje. Pero al topar con tierra y ser agasajados por otra Capullana, fueron llevados tierra más adentro, de nombramiento desconocido, y de paradero igual de desconocido para ambos. Chasquis iban y venían trayendo informaciones y órdenes a Huayna Cápac, quien prudentemente se movilizó a Chimor, apenas le avisaron de la llegada de aquellos nuevos extraños sujetos. Su comitiva constituía una cantidad reducida, entre la seguridad, Ninan Cuyoche quien vería de cerca cómo había que operar ante extraños invasores, y los transportadores para movilizarse hacia otro destino.
El barco de Pizarro decidió levar anclas y dirigirse más hacia el sur. No habiendo recibido respuesta de la primera comitiva de informantes, la ruta trazada implicaba atracar a la altura de Piura, y hacer ruta en tierra hacia Tangarará. Pero el temor cundía en el barco. Si eran secuestrados y luego torturados, o si eran caníbales y no sabían bien ante qué peligros exponerse.
Con las informaciones extraidas tras sucesivos interrogatorios a los cinco secuestrados, las nuevas llegaron a oídos de Huayna Cápac quien debía ejecutar un plan distinto: desaparecer aquel nao y no dejar rastro alguno de su paso. Pidió entonces a los del reyno de Chimor que con sus caballitos de Totora, fueran y dieran muerte a todo aquel que estuviera en aquel nao, que exponía un grave peligro al reino del Tawantinsuyo. El ataque debía ser de noche. En dos de los caballitos de totoras, iban dos layjas llevando con cuidado, un brasero con un líquido impregnante e inflamable para que no pudiera ser apagado con facilidad, además de ingredientes secretos para generar humo confuso difícil de disipar por horas.
Con estricto silencio, algunos caballitos de totora rodearon el nao de Pizarro, cubriéndolo de un denso humo inoloro, cual si se tratara de una bruma artificial. Entre los humos depositaron algunas semillas narcóticas para hacerlos dormir a todos los del barco. Luego, con habilidad de puntería, arrojaron los dos layjas sus respectivos braseros ardiendo, siendo de esta manera hábil artimaña para desaparecer rastro de todo aquello que navegaba hace un par de horas. Al ser la nave toda inflamable, tanto Pizarro como su flota perecieron en medio de un sueño caótico del cual no pudieron despertar más.
A las pocas horas, amaneciendo un nuevo día, no se notaba rastro alguno de un naufragio. Aún seguían vivos cinco españoles, secuestrados y siendo motivos de interrogaciones. Huayna Cápac quiso conocerlos, en vista que estaban en seguridades a favor del Tawantinsuyo. Los layjas le encomendaron que no lo hiciera, para no exponerse a enfermedades foráneas, siendo el mal estado en que se encontraban aquellos presos extranjeros. Entonces mandó a su hijo, Ninan Cuyoche, para que los viera y fuera sus oídos y ojos para luego hacerle vasto relato de lo presenciado.
Luego de un par de días, Ninan Cuyoche regresó y le informó cuanto de todo había visto y oído, que no le entendía nada de lo que decían, salvo mediante traductor que había aprendido sus frases y palabras, que se encontraban en mal estado, desnutridos y enfermos, por lo que llevó larga distancia para no verse afectado, y que no parecían dioses, puesto que eran humanos comunes y corrientes, desprovisto de sus ropas y protecciones de metal que llevaban en el cuerpo. Ninan Cuyoche fue invitado por su padre a una nueva reunión secreta con los altomisayoqs.
En aquella reunión se decidió fortalecer un frente de vigilancia costera, para impedir nuevas intromisiones de gentes de tez clara o que vinieran desde Poniente, con ayuda de los Señoríos y Curacazgos repartidos a lo largo de la Costa. Las instrucciones se darían mediante emisarios entrenados para dictar los planes de estrategia que sí o sí debían aplicar los curacas y señoríos, y un puesto de vigilancia mirando al mar para evitar nuevos encuentros, o en todo caso, avistarlos primeros y luego secuestrarlos.
En cuanto a los cinco españoles, el Inca Huayna Cápac decidió considerar el consejo cruel de darles muerte y no generen revuelos entre aquellos quienes no los habían visto dentro de la región norte. Le llegaban informaciones de su hijo Huáscar, ubicado en el palacio de Quito, un ímpetu de querer avanzar y conquistar Manta y hacerlo parte del Tawantinsuyo. Huayna Cápac le impidió avance alguno, en vista que en su tiempo tampoco pudo hacerlo y por el momento, ese era el límite natural del Chinchay suyu y Antisuyo. También le llegaba informaciones de su otro hijo, Atahualpa, el cual estaba entre los Tucumanos en gobierno de paz, sin mucha novedad, salvo las usuales distracciones palaciegas que podía darse.
Ninan Cuyoche sabía que dentro de poco, Huayna Cápac le cedería su trono y por ello fue preparado para asimilar nuevas consejas y planes a futuro, para que no decaiga este vasto imperio inca y manteniendo a raya a sus hermanos, que quizás querrían matarlo para reclamar justa herencia del reino. Huayna Cápac legó leyes claras en cuanto a la vigilancia marítima de toda la costa del Chinchaysuyu, otorgó poderes a su hijo favorito Ninan Cuyoche, y les dio estatus de gobernador del norte a Huáscar, y gobernador del sur a Atahualpa.
Ninan Cuyoche no estableció un plan expansionista, sino de reforzamiento del Tawantinsuyo, fortalecer tratos y fidelidades de los curacas y señoríos, aplicar sistema de mitimaes en caso de revueltas intestinales entre comunidades, entre otras medidas. De esta forma, se mantuvo a raya a una nación lejana llamada Hispania, por varios siglos, por más que intentaran llegar por el norte o por el sur sus enviados o emisarios. Nada bueno traería invitarlos a tierra y llegar a acuerdos, debido a sus nefastas naturalezas de decapitar y destruir, trayendo una falsa religión a la que se le imputaba causas perdidas y crímenes injustos, genocidios y matanzas por disentir.
Hammurabi (abelguzmanro)
Terminado de redactarse el día 04 de abril del 2024, en el día de San Benito de Palermo.
Bibliografía consultada
BARCO LÓPEZ, J. Alejandro, Los Tesoros de Pachacámac y Catalina Huanca. Talleres Gráficos Villanueva, Lima, 1972.
CABIESES, Fernando, Dioses y Enfermedades (La Medicina en el Antiguo
Perú). Artegraf, Lima, 1974.
CASTRO, Lucio, Diagnóstico Médico Legal de la Muerte de Huayna Cápac
Inca – XII Emperador del Tahuantinsuyo. Tipografía Peruana, Lima, 1958.
DEL BUSTO DUTHURBURÚ, José Antonio, La Hueste Perulera, Fondo Editorial PUCP, 1981.
FRISANCHO PINEDA, David, Medicina Indígena y Popular, Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1973.
HERREN CROSIO, Ricardo, La Conquista Erótica de las Indias. Editorial Planeta, México, 1992.
KAUFFMANN DOIG, Federico, Historia General de los Peruanos, T.1, El Perú
Antiguo. Editorial PEISA, Lima, 1986.
PERROUD, P. Pedro Clemente, El Imperio del Arco Iris (Historia de los Incas), Editorial El Perpetuo Socorro, Madrid, 1965.
Ucronicidades: ¿Y si los Incas sí ganaron a los españoles?
Tétricos fueron los augurios, que con poco más de seso e inteligencia, procedieron a depurar una serie de planes para no verse atacados por fuerzas extranjeras que decían haber sido vistos desde Poniente y desde el mar, desde algún rumbo desconocido. Huayna Cápac, quien gobernaba en ese entonces, fue avisado a tiempo en el Palacio de Tumipampa, sobre la presencia de gentes extrañas con distinto color de piel, movilizándose sobre una cáscara de nuez más grande que se haya visto, avistando tierra desde el mar, pero no adentrándose a atracar en puerto natural de bahía o encallar. Se trataba, en efecto, de un barco de Vasco Núñez de Balboa, quien allá por el 1513 hacía viaje de reconocimiento de costas sudamericanas.
Huayna Cápac fue llevado ante los aukikunas y layjas, quienes le dieron los primeros alcances de lo que debía evitar a futuro: concurrir de nuevo a Quito hacia sus baños termales, cuidar que no se enferme Ninan Cuyoche, su hijo heredero del trono, sino la desgracia arrastraría sobre sus otros dos herederos: Huáscar y Atahualpa. A Huáscar debía ordenar que fuera en misión especial a Quito y se quedara resguardando ahí hasta recibir nuevas órdenes de la misión encomendada. A Atahualpa debía destinarlo hacia una nueva enfrenta en tierra de los Tucumanos, más al sur.
Se celebró en días posteriores, camino al Sur, un improvisado congreso de altomisayoqs delante del tronco parlanchín de Pachacámac. A pesar de sentirse bien Huayna Cápac, prefirió hacer caso de las nuevas consejas que le recomendaban los aikikunas, altomisayoqs, disponer de recursos para sendos pagos de tierra que se harían tanto en toda la Costa, apachetas y el Monte Yaro, el cual estaba ad portas de una nueva reunión secreta de altomisayoqs para recolectar nuevas del futuro cercano.
Fruto de ello, estando el Inca Huayna Cápac celebrando la fiesta del Inti Raymi, al término de éste, en el palacio más aderezado de Cusco, fue nuevamente informado de las nuevas del futuro con los pocos altomisayoqs, en los días sucesivos de los nuevos proyectos y consejas. Debía evitar, a partir de ese entonces, concurrir a Quito como dé lugar. Evitar Cajamarca y evitar bañarse en las horas en que los vientos fríos descienden de los montes. El Inca se sometía a contradictorios baños termales al mediodía, donde caldea más el ambiente, tanto fuera del agua como dentro, en el lugar ancashino de nombre Churín, un pueblillo alejado pero también con servicio de aguas termales. En su tiempo no se conocía la construcción que ahora lo consideran de su uso, Machu Picchu, y por ello Aguas Calientes, por ser de una cultura anterior.
A pesar que la medicina inca podía curar golpes y heridas de guerra en la cabeza mediante la delicada arte de la trepanación, es menester que aún no se conocía previsiones de enfermedades múltiples, entre ellas la aquejada y dolorida, pero no socorrida en esos tiempos preincaicos del mal de sífilis. Las inyecciones sería un invento posterior de siglos venideros, desde un continente lejano ubicado en Levante. Huayna Cápac debía evitar el paludismo, picaduras de insectos y guarecerse de los constantes cambios de temperatura. A Huáscar lo hizo gobernador de Quito, con las claras órdenes que no imponga mandato más al norte de Manta. Atahualpa lo mantenía informado de sus avances en los tratos con los Tucumanos y una ligera breve expansión del Collasuyo hacia el Este.
En Cusco, Ninan Cuyoche aprendería todo sobre el arte de gobernar al lado de su padre. Cada cierto tiempo, se disponía recursos para no cesar en los pagos a la tierra en los diversos adoratorios a lo largo y ancho del Tawantinsuyo. Aún faltaban años para ser visto de nuevo aquellos hombres de clara tez que se movilizaban en un nao o cáscara de nuez. A pocos meses de un supuesto encuentro con otra cáscara de nuez, Huayna Cápac envió sendos chasquis con mensajes para los señoríos de la costa norte, en especial a Túmbez, a la cacica Capullana Achira, y a otros más hasta la altura de la región que hoy conocemos como Lambayeque, para que estuvieran al tanto de la llegada de extraños seres a los que debían secuestrar y retenerlos dándoles de beber líquidos encantados que los layjas elaborarían.
Dicho y hecho, cuando en el primer viaje de Francisco Pizarro (ya había pasado ocho años luego del contacto visual del barco de Vasco Núñez de Balboa) se hacía constatación de reconocimiento de costas y de recoger informaciones sobre el reino desconocido pero lleno de oro, fue a la altura de Tumbez, que fueron recibidos cinco españoles y agasajados por la Capullana de la región, una gentil señora llamada Achira, con un largo banquete y a quienes les daba de beber uno que otro brebaje preparado por los layjas, conocedores de semillas y hierbas para hacerlos hablar y delirar. Pedro Alcón, Ginés Fernández, Alonso de Molina, Diego de Trujillo y Martín de Paz, "perdieron la cabeza" por los encantamientos tanto de los layjas como de las capullanas de grácil silueta, a quienes no veían mujer de hacía años, por dedicarse a largos trayectos de conquista y buscar el oro mítico. Ninguno de los cinco regresó al barco anclado de Pizarro, que se encontraba a discresión alejado de la costa. Pizarro, al igual que Nicolás de Ribera, andaban preocupados por tamaña tardanza de recopilar informaciones.
Decidió mandar a dos de los suyos, con grave pesar de que si los capturaran, tendrían que levar anclas y ventilar velas para dirigirse hacia el sur en busca de nuevas informaciones. Francisco de Cuéllar y Domingo de Soraluce se aventuraron para ir a recoger a los malogrados colegas de viaje. Pero al topar con tierra y ser agasajados por otra Capullana, fueron llevados tierra más adentro, de nombramiento desconocido, y de paradero igual de desconocido para ambos. Chasquis iban y venían trayendo informaciones y órdenes a Huayna Cápac, quien prudentemente se movilizó a Chimor, apenas le avisaron de la llegada de aquellos nuevos extraños sujetos. Su comitiva constituía una cantidad reducida, entre la seguridad, Ninan Cuyoche quien vería de cerca cómo había que operar ante extraños invasores, y los transportadores para movilizarse hacia otro destino.
El barco de Pizarro decidió levar anclas y dirigirse más hacia el sur. No habiendo recibido respuesta de la primera comitiva de informantes, la ruta trazada implicaba atracar a la altura de Piura, y hacer ruta en tierra hacia Tangarará. Pero el temor cundía en el barco. Si eran secuestrados y luego torturados, o si eran caníbales y no sabían bien ante qué peligros exponerse.
Con las informaciones extraidas tras sucesivos interrogatorios a los cinco secuestrados, las nuevas llegaron a oídos de Huayna Cápac quien debía ejecutar un plan distinto: desaparecer aquel nao y no dejar rastro alguno de su paso. Pidió entonces a los del reyno de Chimor que con sus caballitos de Totora, fueran y dieran muerte a todo aquel que estuviera en aquel nao, que exponía un grave peligro al reino del Tawantinsuyo. El ataque debía ser de noche. En dos de los caballitos de totoras, iban dos layjas llevando con cuidado, un brasero con un líquido impregnante e inflamable para que no pudiera ser apagado con facilidad, además de ingredientes secretos para generar humo confuso difícil de disipar por horas.
Con estricto silencio, algunos caballitos de totora rodearon el nao de Pizarro, cubriéndolo de un denso humo inoloro, cual si se tratara de una bruma artificial. Entre los humos depositaron algunas semillas narcóticas para hacerlos dormir a todos los del barco. Luego, con habilidad de puntería, arrojaron los dos layjas sus respectivos braseros ardiendo, siendo de esta manera hábil artimaña para desaparecer rastro de todo aquello que navegaba hace un par de horas. Al ser la nave toda inflamable, tanto Pizarro como su flota perecieron en medio de un sueño caótico del cual no pudieron despertar más.
A las pocas horas, amaneciendo un nuevo día, no se notaba rastro alguno de un naufragio. Aún seguían vivos cinco españoles, secuestrados y siendo motivos de interrogaciones. Huayna Cápac quiso conocerlos, en vista que estaban en seguridades a favor del Tawantinsuyo. Los layjas le encomendaron que no lo hiciera, para no exponerse a enfermedades foráneas, siendo el mal estado en que se encontraban aquellos presos extranjeros. Entonces mandó a su hijo, Ninan Cuyoche, para que los viera y fuera sus oídos y ojos para luego hacerle vasto relato de lo presenciado.
Luego de un par de días, Ninan Cuyoche regresó y le informó cuanto de todo había visto y oído, que no le entendía nada de lo que decían, salvo mediante traductor que había aprendido sus frases y palabras, que se encontraban en mal estado, desnutridos y enfermos, por lo que llevó larga distancia para no verse afectado, y que no parecían dioses, puesto que eran humanos comunes y corrientes, desprovisto de sus ropas y protecciones de metal que llevaban en el cuerpo. Ninan Cuyoche fue invitado por su padre a una nueva reunión secreta con los altomisayoqs.
En aquella reunión se decidió fortalecer un frente de vigilancia costera, para impedir nuevas intromisiones de gentes de tez clara o que vinieran desde Poniente, con ayuda de los Señoríos y Curacazgos repartidos a lo largo de la Costa. Las instrucciones se darían mediante emisarios entrenados para dictar los planes de estrategia que sí o sí debían aplicar los curacas y señoríos, y un puesto de vigilancia mirando al mar para evitar nuevos encuentros, o en todo caso, avistarlos primeros y luego secuestrarlos.
En cuanto a los cinco españoles, el Inca Huayna Cápac decidió considerar el consejo cruel de darles muerte y no generen revuelos entre aquellos quienes no los habían visto dentro de la región norte. Le llegaban informaciones de su hijo Huáscar, ubicado en el palacio de Quito, un ímpetu de querer avanzar y conquistar Manta y hacerlo parte del Tawantinsuyo. Huayna Cápac le impidió avance alguno, en vista que en su tiempo tampoco pudo hacerlo y por el momento, ese era el límite natural del Chinchay suyu y Antisuyo. También le llegaba informaciones de su otro hijo, Atahualpa, el cual estaba entre los Tucumanos en gobierno de paz, sin mucha novedad, salvo las usuales distracciones palaciegas que podía darse.
Ninan Cuyoche sabía que dentro de poco, Huayna Cápac le cedería su trono y por ello fue preparado para asimilar nuevas consejas y planes a futuro, para que no decaiga este vasto imperio inca y manteniendo a raya a sus hermanos, que quizás querrían matarlo para reclamar justa herencia del reino. Huayna Cápac legó leyes claras en cuanto a la vigilancia marítima de toda la costa del Chinchaysuyu, otorgó poderes a su hijo favorito Ninan Cuyoche, y les dio estatus de gobernador del norte a Huáscar, y gobernador del sur a Atahualpa.
Ninan Cuyoche no estableció un plan expansionista, sino de reforzamiento del Tawantinsuyo, fortalecer tratos y fidelidades de los curacas y señoríos, aplicar sistema de mitimaes en caso de revueltas intestinales entre comunidades, entre otras medidas. De esta forma, se mantuvo a raya a una nación lejana llamada Hispania, por varios siglos, por más que intentaran llegar por el norte o por el sur sus enviados o emisarios. Nada bueno traería invitarlos a tierra y llegar a acuerdos, debido a sus nefastas naturalezas de decapitar y destruir, trayendo una falsa religión a la que se le imputaba causas perdidas y crímenes injustos, genocidios y matanzas por disentir.
Hammurabi (abelguzmanro)
Terminado de redactarse el día 04 de abril del 2024, en el día de San Benito de Palermo.
Bibliografía consultada
BARCO LÓPEZ, J. Alejandro, Los Tesoros de Pachacámac y Catalina Huanca. Talleres Gráficos Villanueva, Lima, 1972.
CABIESES, Fernando, Dioses y Enfermedades (La Medicina en el Antiguo
Perú). Artegraf, Lima, 1974.
CASTRO, Lucio, Diagnóstico Médico Legal de la Muerte de Huayna Cápac
Inca – XII Emperador del Tahuantinsuyo. Tipografía Peruana, Lima, 1958.
DEL BUSTO DUTHURBURÚ, José Antonio, La Hueste Perulera, Fondo Editorial PUCP, 1981.
FRISANCHO PINEDA, David, Medicina Indígena y Popular, Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1973.
HERREN CROSIO, Ricardo, La Conquista Erótica de las Indias. Editorial Planeta, México, 1992.
KAUFFMANN DOIG, Federico, Historia General de los Peruanos, T.1, El Perú
Antiguo. Editorial PEISA, Lima, 1986.
PERROUD, P. Pedro Clemente, El Imperio del Arco Iris (Historia de los Incas), Editorial El Perpetuo Socorro, Madrid, 1965.