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Alfonso Baella Tuesta, advertía en la primera página que su obra, titulada Secuestro (Lima, 1978), no era una novela, que no tenía lugar para la ficción y que los hechos relatados fueron recogidos por el propio autor, sin grabadora ni cámara fotográfica, todo con apuntes taquigráficos hechos en el momento mientras elaboraba este gran reportaje. Secuestro formaría parte de una trilogía de obras de no ficción del mismo autor, cuyos otros títulos son El Poder Invisible que trata de los primeros mil días de la revolución peruana o dictadura de Velasco, y El Miserable, continuación de la anterior. Dentro del contexto histórico peruano, El Secuestro fue un testimonio personal junto con otros políticos que son deportados en el año 1978, en los albores de la Asamblea Constituyente durante el nefasto gobierno de Morales Bermúdez, para que no participaran como cuadros durante el largo proceso de redactar una nueva carta magna.
Lo que nos interesa son los dos primeros capítulos y el cuarto capítulo (1. La Internacional; 2. Los Secuestrados; 4. Golpeados, Esposados y Humillados...) que llaman poderosamente la atención, debido a las limitaciones del propio autor para poder redactarlo in situ (apenas unos papeles y un lapicero), y la teatralidad con que narra los momentos en que están encerrados en una larga oficina todos aquellos cuadros de la izquierda, políticos y otros personajes que no los querían cerca de la Asamblea Constituyente por el gobierno de facto.
Baella nos presenta a cada uno de los personajes, que son traídos por las fuerzas del orden (la PIP o policía política) al mismo salón/oficina del aeropuerto Grupo 8, donde serán recluidos por unas horas, antes que den el visto bueno para ser trasladados al avión Hércules 394. Se percibe la tensión de los personajes, debido a los arrestos en altas hora de la noche, y algunos veteranos de deportaciones anteriores que eran traidos, siempre con cordialidad por los agentes del orden, pero con la incomodidad de por medio que eran las órdenes de arriba.
Aparecen Hugo Blanco, Ricardo Napurí, Javier Diez Canseco, Ricardo Letts, Genaro Ledesma... entre otros que son reagrupados en el mismo saco y a como dé lugar por órdenes de arriba, de deportarlos. La incomodidad entre facciones de la izquierda se perciben, se reagrupan y se disgregan los unos de los otros. Hugo Blanco se constituye el personaje más llamativo: no se integra a ninguno de los grupúsculos de los ahí reunidos, y jala una silla al medio de la oficina para sentarse y leer una de sus tantas novelas de suspenso que pudo jalar en el momento de ser arrestado en su casa. Pero tiene oreja fina para escuchar lo que dicen los demás, a la vez de leer con la mayor de las atenciones alguna novelita de Agatha Christie e intervenir con su voz alta, a modo de queja o corrección de alguna parte de una conversación de los demás. El autor nos da un perfil detallado de este personaje político:
"Hugo Blanco, teatral, llevó una silla al centro de la habitación y allí, sentado, leía aparentemente abstraído, ausente de lo que ocurría a su alrededor. Vestía un chaquetón gris, arrugado, descolorido, de edad impredecible, con amplios bolsillos repletos de folletos (las novelas). Debajo una chompa verde, raída y un pantalón que fue azul, en algún momento, sujeto con una soguilla a modo de cinturón. Botines marrones descoloridos, sucios, como si jamás hubiesen conocido las manos de un lustrabotas".
La puesta en escena se trataría de una larga oficina con algunos escritorios y muchas sillas, los cuales serían empujados teatralmente mientras van llegando y esperando ahí los personajes mencionados, entre otros que también irán llegando en el transcurso de las horas y el Toque de Queda. La escena transcurre en solo una noche, en las horas tensas y previas a que preparen el avión Hércules.
Quizás por temor de no usar los verdaderos nombres de los protagonistas de este suceso político real, podrían ser cambiados en el momento de elaborarse el guión. Actores que interpretarían a los Agentes y a los Militares que resguardan y la caravana de los actores políticos a poco de ser deportados porque eran incómodos para el régimen de Morales Bermúdez. Un actor interpretaría al Periodista, siempre acechante en busca de la primicia y recogiendo testimonios de los ahí presentes, anotando todo en modo taquigráfico para ahorrar papel y redactar todo más rápido.
El escenario sería los grandes ventanales de la oficina y pintado o ilustrado, un avión militar (en la portada interior del libro figuran dos fotografías: del avión y de la oficina en Grupo 8) e instalaciones del aeropuerto militar como fondo. Luces tenues de una oficina: simular que es de madrugada. Por ser dos capítulos de la obra las que se rescatarían, da para dos actos, sin cambios de escenario. Los dialogos que buenamente recogió Baella, pueden ser reutilizados, o recursados para darles una mayor teatralidad al guión.
-Llegan más presos. Ésta es una redada gigante, dijo Hugo Blanco.
Más adelante en el primer capítulo, el autor hace mención que varios militares de altos rangos también fueron escogidos para deportarlos, pero a éstos los mandan a una oficina vecina, en compañía de sus mujeres y luego son llevados a la oficina central donde están todos. El personaje del Periodista es uno inquieto, siempre moviéndose a todos lados del escenario, procurando recoger testimonios y apuntes de lo que ocurre. Hugo Blanco lo desprecia porque su medio impreso siempre ha hablado barbaridades de él. Otros personajes de izquierda rehúyen de declararle algo, entre ellos Ricardo Letts, pero como es quisquilla, el Periodista obtiene aunque sea un par de líneas de testimonios suyos.
Hacia el final del primer capítulo, ocurre una suerte de anécdota que genera repulsión. Lo copiamos íntegro:
"Un detective, entrado en años, gordo, con el cabello encanecido y quien, aparentemente, era el de mayor jerarquía, ingresó a la habitación con el rostro sonrientes y frotándose las manos.
-Bueno, la cosa está aclarada... Nos vamos a ver el Mundial de Fútbol. ¿Qué les parece?
Letts, Blanco y Napurí reaccionaron instantáneamente, como un relámpago:
-¿Nos van a deportar a la Argentina? Los demás también se pusieron en pie. El Policía se quedó estupefacto, boquiabierto. Pensó, seguramente, que la noticia iba a ser festejada con aplausos. Al ver la reacción de los detenidos, dió un paso atrás."
Un punto de quiebre para los detenidos. Para ser el año 1978, en Argentina gobernaba la dictadura de Videla, con el Plan Cóndor ejecutándose. Hugo Blanco, en medio de la oficina sentado y con una novela entre sus manos, declamaría al aire
"-¡En la Argentina están asesinando a los comunistas...!"
Hasta ahí podría ser el apunte para un primer acto. El segundo capítulo hay que saltar un poco algunos párrafos con los testimonio de los militares arrestados en sus respectivas casas, y llegar a la parte en que siguen todos detenidos, tal como apunta el autor de la obra.
El segundo acto sería la resolución e insistencia de que si disponen de un avión, ya todos de acuerdo aceptando el destino de ser deportados, que se desvíe hacia otro país, sea Panamá, o Suecia, que tanto insiste Blanco. Discusiones entre los cuadros de la izquierda, el Periodista anotándolo todo, acercándose a uno que otro grupo dentro del salón, la negativa de algunos personajes de no ir deportados a Argentina, y plantear la idea intrusiva que si en pleno vuelo les dicen que irán a un destino y al final los llevan hacia el horror, o sea, la misma Argentina... todos esos entretelones se pueden recoger de lo anotado por el autor y disgregarlos para un guión teatral.
Un personaje que será el nexo con el exterior de la oficina, será el investigador viejo, el jefe Rodríguez, que entra y sale, trayendo novedades o yéndose con los nuevos reclamos de los que serán deportados. Un militar es quien resguarda la puerta de la oficina.
El capítulo 4 de la obra de Baella, sería la resolución final para el segundo acto, los variados sucesos en que deberán ser trasladados al avión, a punta de golpes entre los políticos y los agentes del orden, las protestas verbales, etc. El hecho que a pesar de las protestas y las variadas razones para no ir a Argentina y proponer otros destinos, el apuro de los agentes del orden, el avión ya preparado, desencadenan hacia el clímax, quizás como un giro final y licencia del guionista, el de los personajes de los personajes de izquierda cantando La Internacional, un himno muy famoso de aquellos años, saliendo de escena "rumbo al avión".
Cae telón.
Bibliografía consultada.
Secuestro, Alfonso Baella Tuesta, Editorial Andina, 1978, 448 pp. A la espera de ser adaptado como guión teatral. ¿Dónde obtenerlo? En Amazonas, Campo Ferial de Libros.
Lo que nos interesa son los dos primeros capítulos y el cuarto capítulo (1. La Internacional; 2. Los Secuestrados; 4. Golpeados, Esposados y Humillados...) que llaman poderosamente la atención, debido a las limitaciones del propio autor para poder redactarlo in situ (apenas unos papeles y un lapicero), y la teatralidad con que narra los momentos en que están encerrados en una larga oficina todos aquellos cuadros de la izquierda, políticos y otros personajes que no los querían cerca de la Asamblea Constituyente por el gobierno de facto.
Baella nos presenta a cada uno de los personajes, que son traídos por las fuerzas del orden (la PIP o policía política) al mismo salón/oficina del aeropuerto Grupo 8, donde serán recluidos por unas horas, antes que den el visto bueno para ser trasladados al avión Hércules 394. Se percibe la tensión de los personajes, debido a los arrestos en altas hora de la noche, y algunos veteranos de deportaciones anteriores que eran traidos, siempre con cordialidad por los agentes del orden, pero con la incomodidad de por medio que eran las órdenes de arriba.
Aparecen Hugo Blanco, Ricardo Napurí, Javier Diez Canseco, Ricardo Letts, Genaro Ledesma... entre otros que son reagrupados en el mismo saco y a como dé lugar por órdenes de arriba, de deportarlos. La incomodidad entre facciones de la izquierda se perciben, se reagrupan y se disgregan los unos de los otros. Hugo Blanco se constituye el personaje más llamativo: no se integra a ninguno de los grupúsculos de los ahí reunidos, y jala una silla al medio de la oficina para sentarse y leer una de sus tantas novelas de suspenso que pudo jalar en el momento de ser arrestado en su casa. Pero tiene oreja fina para escuchar lo que dicen los demás, a la vez de leer con la mayor de las atenciones alguna novelita de Agatha Christie e intervenir con su voz alta, a modo de queja o corrección de alguna parte de una conversación de los demás. El autor nos da un perfil detallado de este personaje político:
"Hugo Blanco, teatral, llevó una silla al centro de la habitación y allí, sentado, leía aparentemente abstraído, ausente de lo que ocurría a su alrededor. Vestía un chaquetón gris, arrugado, descolorido, de edad impredecible, con amplios bolsillos repletos de folletos (las novelas). Debajo una chompa verde, raída y un pantalón que fue azul, en algún momento, sujeto con una soguilla a modo de cinturón. Botines marrones descoloridos, sucios, como si jamás hubiesen conocido las manos de un lustrabotas".
La puesta en escena se trataría de una larga oficina con algunos escritorios y muchas sillas, los cuales serían empujados teatralmente mientras van llegando y esperando ahí los personajes mencionados, entre otros que también irán llegando en el transcurso de las horas y el Toque de Queda. La escena transcurre en solo una noche, en las horas tensas y previas a que preparen el avión Hércules.
Quizás por temor de no usar los verdaderos nombres de los protagonistas de este suceso político real, podrían ser cambiados en el momento de elaborarse el guión. Actores que interpretarían a los Agentes y a los Militares que resguardan y la caravana de los actores políticos a poco de ser deportados porque eran incómodos para el régimen de Morales Bermúdez. Un actor interpretaría al Periodista, siempre acechante en busca de la primicia y recogiendo testimonios de los ahí presentes, anotando todo en modo taquigráfico para ahorrar papel y redactar todo más rápido.
El escenario sería los grandes ventanales de la oficina y pintado o ilustrado, un avión militar (en la portada interior del libro figuran dos fotografías: del avión y de la oficina en Grupo 8) e instalaciones del aeropuerto militar como fondo. Luces tenues de una oficina: simular que es de madrugada. Por ser dos capítulos de la obra las que se rescatarían, da para dos actos, sin cambios de escenario. Los dialogos que buenamente recogió Baella, pueden ser reutilizados, o recursados para darles una mayor teatralidad al guión.
-Llegan más presos. Ésta es una redada gigante, dijo Hugo Blanco.
Más adelante en el primer capítulo, el autor hace mención que varios militares de altos rangos también fueron escogidos para deportarlos, pero a éstos los mandan a una oficina vecina, en compañía de sus mujeres y luego son llevados a la oficina central donde están todos. El personaje del Periodista es uno inquieto, siempre moviéndose a todos lados del escenario, procurando recoger testimonios y apuntes de lo que ocurre. Hugo Blanco lo desprecia porque su medio impreso siempre ha hablado barbaridades de él. Otros personajes de izquierda rehúyen de declararle algo, entre ellos Ricardo Letts, pero como es quisquilla, el Periodista obtiene aunque sea un par de líneas de testimonios suyos.
Hacia el final del primer capítulo, ocurre una suerte de anécdota que genera repulsión. Lo copiamos íntegro:
"Un detective, entrado en años, gordo, con el cabello encanecido y quien, aparentemente, era el de mayor jerarquía, ingresó a la habitación con el rostro sonrientes y frotándose las manos.
-Bueno, la cosa está aclarada... Nos vamos a ver el Mundial de Fútbol. ¿Qué les parece?
Letts, Blanco y Napurí reaccionaron instantáneamente, como un relámpago:
-¿Nos van a deportar a la Argentina? Los demás también se pusieron en pie. El Policía se quedó estupefacto, boquiabierto. Pensó, seguramente, que la noticia iba a ser festejada con aplausos. Al ver la reacción de los detenidos, dió un paso atrás."
Un punto de quiebre para los detenidos. Para ser el año 1978, en Argentina gobernaba la dictadura de Videla, con el Plan Cóndor ejecutándose. Hugo Blanco, en medio de la oficina sentado y con una novela entre sus manos, declamaría al aire
"-¡En la Argentina están asesinando a los comunistas...!"
Hasta ahí podría ser el apunte para un primer acto. El segundo capítulo hay que saltar un poco algunos párrafos con los testimonio de los militares arrestados en sus respectivas casas, y llegar a la parte en que siguen todos detenidos, tal como apunta el autor de la obra.
El segundo acto sería la resolución e insistencia de que si disponen de un avión, ya todos de acuerdo aceptando el destino de ser deportados, que se desvíe hacia otro país, sea Panamá, o Suecia, que tanto insiste Blanco. Discusiones entre los cuadros de la izquierda, el Periodista anotándolo todo, acercándose a uno que otro grupo dentro del salón, la negativa de algunos personajes de no ir deportados a Argentina, y plantear la idea intrusiva que si en pleno vuelo les dicen que irán a un destino y al final los llevan hacia el horror, o sea, la misma Argentina... todos esos entretelones se pueden recoger de lo anotado por el autor y disgregarlos para un guión teatral.
Un personaje que será el nexo con el exterior de la oficina, será el investigador viejo, el jefe Rodríguez, que entra y sale, trayendo novedades o yéndose con los nuevos reclamos de los que serán deportados. Un militar es quien resguarda la puerta de la oficina.
El capítulo 4 de la obra de Baella, sería la resolución final para el segundo acto, los variados sucesos en que deberán ser trasladados al avión, a punta de golpes entre los políticos y los agentes del orden, las protestas verbales, etc. El hecho que a pesar de las protestas y las variadas razones para no ir a Argentina y proponer otros destinos, el apuro de los agentes del orden, el avión ya preparado, desencadenan hacia el clímax, quizás como un giro final y licencia del guionista, el de los personajes de los personajes de izquierda cantando La Internacional, un himno muy famoso de aquellos años, saliendo de escena "rumbo al avión".
Cae telón.
Bibliografía consultada.
Secuestro, Alfonso Baella Tuesta, Editorial Andina, 1978, 448 pp. A la espera de ser adaptado como guión teatral. ¿Dónde obtenerlo? En Amazonas, Campo Ferial de Libros.